lunes, 11 de enero de 2016

Durruti y Ricardo Sanz









 Sanz era responsable de la intendencia de las milicias en Cataluña y tenía su cuartel en Barcelona, en el cuartel de Pedralbes, que llevaba el nombre de «Miguel Bakunin». Hablaba por teléfono todos los días con los jefes de cada columna y atendía sus demandas. Pedían hombres, material de guerra y ropa. Enviaba diariamente al frente todo lo que podía, en tren o en camiones. Durruti era el más exigente de todos los jefes de columna. Le llamaba todas las noches alrededor de las ocho.

 — ¿Eres tú, Ricardo?

 — Sí, ¿qué hay? — ¿Qué hay?

 ¡No hay nada! Los repuestos para las ametralladoras que te pedí ayer no han llegado todavía.

 — No pude enviarlos, porque no quedan más en los depósitos. He hecho un encargo a la Hispano-Suiza. Pero primero tienen que fabricarlos.

 — Los necesito con urgencia. Dales prisa. ¿Cuántas carabinas te quedan?

 — Doscientas, más o menos

. — Bien, envíame doscientas.

 — ¿Y las otras columnas?

 — Que se arreglen como puedan.

 — Te mando una partida, pero no las doscientas

. — ¿Cómo andan las ambulancias?

 — Tenemos seis todavía.

 — Mándame cuatro.

 — No, a lo sumo una, más no puedo. En cambio, puedo enviarte doscientos voluntarios que se han inscrito para tu columna. 

 — No los necesito. Todos los días vienen centenares de hombres de los pueblos y no sé qué hacer con ellos. Lo que necesito son ametralladoras, cañones y toda la munición que sea posiblel

. — Bien, yo me encargo de eso

. — No olvides la ambulancia pues, y todas las carabinas que puedas

. — De acuerdo. Hasta mañana.

 — ¡Espera! No te olvides de los repuestos para las ametralladoras.

 — Claro que no. Eres peor que un mendicante. ¡Hasta mañana!  






 Durruti logró, con su tenacidad, pertrechar a su columna con todo lo necesario para la guerra. Tenía un dispensario propio, un estado mayor, una cocina de campaña, una estación radiotelegráfica con emisores potentes que irradió durante la guerra noticias y comentarios que se difundían en toda Europa, una imprenta de campaña y un semanario propio, El Frente, que se distribuía gratis a los soldados de la columna.

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