miércoles, 15 de agosto de 2018

Sobre la famosa entrevista que le hizo a Durruti el corresponsal de guerra Pierre van Paassen


Texto sacado de corresponsales de la Guerra Española.  

Mientras el ejército de África, vencida la resistencia de Badajoz, se dirige hacia Madrid, el mundo demanda noticias de España. Crisis, comunicados contradictorios, dimisiones y proclamas encendidas, por parte de un Gobierno que ha desaprovechado su superioridad inicial para aplastar la rebelión y parece sumido en el desconcierto. Los partidos políticos radicales y las organizaciones obreras, por su parte, ven llegada la hora de la revolución y reclaman el reparto de armas. En Barcelona, donde se registran violentos enfrentamientos y el golpe es neutralizado con virulencia, destaca la figura de un líder llamado a convertirse en uno de los símbolos del pueblo español en lucha y en un mito universal del anarquismo. Nacido en León en 1898 y mecánico de profesión, Buenaventura Durruti era partidario de las técnicas revolucionarias e insurreccionales, un hombre de acción más que de política. Diversas acciones armadas —desde el asalto al Banco de España hasta un atentado fallido contra Alfonso XIII— le condujeron a un largo exilio por diferentes países, hasta su regreso con la proclamación de la Segunda República. Era uno de los principales líderes de la FAI, la rama más revolucionaria del anarquismo español, cuando estalló la guerra. Al grito de: «¡Adelante, hombres de la CNT!» asaltó con su ejército de anarquistas el cuartel de las Atarazanas, último reducto de los militares golpistas en la ciudad condal. Su llamamiento convocó a una columna de valor legendario. A ella se adhirió un periodista que publicó una entrevista con Durruti que con el paso de los años se ha convertido en un texto fundamental para entender el desarrollo de la guerra y los fundamentos del anarquismo español.






Alertado por los acontecimientos, el 22 de julio había llegado a Barcelona Pierre van Paassen (1895-1968) procedente de Palestina, adonde —convencido sionista— había acudido para estudiar sobre el terreno el problema de los árabes y los judíos. De origen holandés pero formado en Canadá y Estados Unidos, Van Paassen, corresponsal para Europa del Toronto Daily Star, conocía bien España. Había cubierto la proclamación de la República en 1931 y entrevistado a Azaña. Posteriormente y enviado por la National American News Agency (NANA), el mismo consorcio periodístico que mandaría a Hemingway a España, recorrió el país de norte a sur y de este a oeste para estudiar las ocupaciones de tierras. Van Paassen era de esa clase de periodistas errantes que desarrollan su trabajo según su criterio y aceptan pocas indicaciones de las lejanas redacciones. En 1928 había entrevistado a Hitler para The New York World y en 1933 fue arrestado por los nazis. Como tantos otros corresponsales que estuvieron en España, cubrió también la guerra de Etiopía. Al día siguiente de su llegada a Barcelona se vio envuelto en un fuego cruzado entre milicianos y quintacolumnistas y terminó lleno de cristales. Salió de Barcelona con la columna de Durruti y en sus memorias, Days of Our Years (Nueva York, 1939), traza un retrato de aquellos hombres que con una mezcla de júbilo, exaltación, desorganización y precariedad se lanzaron a los caminos de España para derrotar al fascismo y hacer la revolución. Estuvo con ellos en el frente de Aragón y recuerda que muchos no habían disparado nunca un fusil. Era una tropa alegre que dormía y comía al raso discutiendo constantemente lo que había que hacer en la nueva época de la humanidad que acababa de comenzar.

Abel Paz y otros muchos autores que le siguen, creen que la entrevista que Durruti concedió a Van Paassen tuvo lugar en Barcelona el 24 de julio, esto es, inmediatamente antes de ponerse en marcha la columna hacia Aragón, pero en el periódico comprobamos que está fechada en Madrid el 5 de agosto, donde había llegado, en efecto, el líder anarquista para entrevistarse con Largo Caballero, recién nombrado presidente del Gobierno, e intentar conseguir armas. La entrevista fue enviada por avión a París y de allí cursada al Toronto Daily Star, que la publicó el 18 de agosto. Es un plazo razonable que elimina la distancia entre la conversación y su publicación en prensa que extraña a Paz y hace verosímil la afirmación del reportero de que a lo lejos retumbaban los cañones. También a esta entrevista pertenece la famosa respuesta de Durruti sobre las ruinas que heredarán los anarquistas, datada por Hugh Thomas con posterioridad y atribuida a otro diario canadiense.

Van Paassen describe a Durruti como un hombre alto, moreno, de rostro despejado y rasgos morunos, hijo de un campesino pobre, en el que llama la atención su peculiar habla chispeante y gutural. Representa a una organización sindical con dos millones de afiliados sin cuya colaboración nada puede hacer la República. La conversación entre ambos —más que entrevista, ya que Van Paassen interviene y matiza las palabras del —líder anarquista— es una exacta radiografía de los fines, métodos y ambiciones de la revolución. «A donde quiera que vayas» escribe el periodista, «es Durruti y otra vez Durruti de quien se oye hablar como de un hombre admirable». Cuando le pregunta si no teme que no van a heredar más que un montón de ruinas, le contesta que los trabajadores están acostumbrados a vivir en la miseria y en las ruinas: «Llevamos un nuevo mundo en nuestros corazones».





 Durruti insiste en la necesidad de tomar Zaragoza y de salir al encuentro del general Franco. Su intención es «aplastar al fascismo para que no vuelva a levantar la cabeza». Es una labor del pueblo, de los proletarios, de los anarquistas. Setenta años después, la reflexión del más famoso líder revolucionario español sigue produciendo un escalofrío: «Ningún Gobierno en el mundo lucha contra el fascismo hasta la muerte. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa de las manos, recurre al fascismo para mantenerse».



Durruti murió unos meses después, el 20 de noviembre, en Madrid, en circunstancias nunca del todo aclaradas, tras haber perdido a buena parte de su columna en el frente más expuesto y arriesgado de la capital y de la guerra. Su entierro en Barcelona, al que asistieron cerca de medio millón de personas, fue la mayor manifestación de duelo que jamás se había producido en la ciudad. Van Paassen, por su parte, volvió a Barcelona y encontró una situación tranquila, comida abundante y un ambiente alegre de camaradería universal donde todos eran iguales y nada parecía tener precio: un espejismo de la historia.


The Toronto Daily Star, 18 de agosto´36

2.000.000 de anarquistas luchan por la Revolución







(…) No, aún no los hemos puesto en fuga- dijo enseguida con franqueza, cuando le pregunté por las posibilidades de victoria sobre los rebeldes-. Tienen Zaragoza y Pamplona, donde están los arsenales y las fábricas de munición. Debemos tomar Zaragoza, y luego dirigirnos al sur para enfrentarnos a Franco. Seguramente, dentro de dos o tres semanas, libraremos la batalla decisiva.


– ¿Dos o tres semanas?- pregunté pesaroso.



– Sí, quizá un mes. Esta guerra civil durará todo agosto, por lo menos. Las masas se han alzado en armas. El ejército ya no cuenta. Sólo hay dos bandos: el de los civiles que luchan por la libertad y el de los civiles que son rebeldes y fascistas. Los trabajadores de España saben que si triunfa el fascismo, se verán abocados al hambre y la esclavitud. Pero los fascistas también saben lo que les espera cuando sean vencidos. Por eso la lucha es implacable y constante. Para nosotros, se trata de aplastar el fascismo y barrerlo para que no pueda volver a asomar en España. A pesar del Gobierno.



– ¿Por qué dice que a pesar del Gobierno? ¿Acaso el Gobierno no combate la rebelión fascista?



– Ningún Gobierno del mundo combate el fascismo hasta su muerte. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa entre los dedos, recurre al fascismo para poder mantenerse. Hace mucho tiempo que el Gobierno liberal de España podría haber dejado sin poder a los elementos fascistas. En vez de eso, dio rodeos y llegó a compromisos y perdió el tiempo. En este momento, incluso ahora, en el Gobierno hay gente que quiere tratar a los rebeldes con guante de seda. El actual Gobierno puede llegar a necesitar a las fuerzas rebeldes para aplastar al movimiento obrero.



(…) ¿Así que piensa seguir con la revolución? Largo Caballero e Indalecio Prieto dicen que el Frente Popular sólo es para salvar la República.



– Puede que esa sea la opinión de esos señores. Nosotros, los sindicalistas, luchamos por la revolución. Sabemos lo que queremos. Para nosotros no significa nada que en alguna parte del mundo exista una Unión Soviética que obtuvo la paz y la tranquilidad sacrificando al fascismo bárbaro de Stalin a los trabajadores de Alemania y China. Queremos la revolución en España, y la queremos ahora, no después de la siguiente guerra europea.