miércoles, 11 de octubre de 2017

El hombre que "dio caza" a Durruti Buenaventura... Largas Tierras "Aquiles Jordán"


Largas Tierras

Hace unos años, mientras preparaba un documental cuyo tema no viene al caso, trabé conocimiento con un abogado de Lugo, un antiguo procurador franquista.
Obtuve de él lo que quería (nada que él mismo no quisiese compartir: un antiguo sumario judicial en cuya tramitación había intervenido) y, una vez rematada la parte profesional, charlamos de menudencias motivadas por la buena educación.
-Voy a mostrarle algo que le sorprenderá –dijo, con una amabilidad en la que percibí el miedo al olvido provocado por la cercanía de la muerte (intuí que estaba enfermo y dos meses después, al encontrar su esquela en el diario, supe que mi intuición había sido correcta).
El álbum, del tamaño de un gran carpeta apaisada, contenía fotos y fichas de todos los prisioneros de la vieja cárcel de la ciudad.
-Cuando demolieron la prisión, encontré esto entre los objetos que iban a tirar, nadie parecía darle importancia –dijo.
Un millar de “pájaros de cuenta”, según definía un funcionario en un apunte al márgen, con filiaciones, huellas dactilares y cartas manuscritas.
El registro abarcaba el período entre los años 1899 y 1929.
Aquella gente estaba clamando por un Dickens: aún sudaban rabia de frente y de perfil o, en el más leve de los casos, desconsuelo y la melancolía de los parias.
Conseguí que el abogado me cediese el álbum y publiqué dos reportajes en el diario –“Jaula para pobres gentes” y “La caza del ácrata”, los titulé–, ilustrados con algunas de las fotos.
Por afinidad y romanticismo -mi fugaz paso, en mis años universitarios, por laConfederación Nacional del Trabajo (CNT), la admiración por Buenaventura Durruti y su columna de melenudos, la herencia de los situacionistas y aquella gente pintada de futuro de 1968), proseguí por mi cuenta la investigación sobre los sin dios ni amo que aparecían en el álbum registral.
Había unas cincuenta fichas de los Hijos de la Noche: en 1911 el Ministerio de Gobernación había ilegalizado a la CNT tras una huelga general e iniciado la persercución a los “muy peligrosos” libertarios de la facción dura de la central, que tenía 700.000 afiliados.
Decían de ellos que estaban “alucinados y enarnecidos”.
Entre las fichas penitenciarias me llamó la atención la de un tipo con aspecto bohemio y pelo desordenado a la francesa.
Se llamaba Aquiles Jordán, pero también le conocían por Largas Tierras. Había nacido en Valdepeñas (Jaen) y era tipógrafo. Tenía un número de identicación carcelaria que predecía el equilibrio, el extremo o quizá la sabiduría, el 100.
En la documentación libertaria que consulté en varios archivos y hemerotecas comprobé que siempre comenzaba sus arengas con la misma sentencia:
Mis queridos camaradas masculinos y femeninos, ¡ya hace veinte años que soy enemigo personal de Nuestro Señor Jesucristo!
Después hablaba de la inmoralidad del Estado, fundado en la sumisión y la autoridad; citaba a Malatesta y Bakunin, y proclamaba la fe libertaria basada en el modelo asambleario.
La ficha de la cárcel decía:
Ha vivido en la República Argentina, de donde fue expulsado y parece fue el autor de un atentado contra el Consulado de España en Buenos Aires.
También destacaba que Jordán era “partidario de la violencia con tal de conseguir un fin”.
Encontré a Jordán citado en la monumental obra (cuatro volúmenes, más de un millar de páginas) Los vengadores de la Patagonia trágica, del historiador izquierdista Osvaldo Bayer, que estudia la revuelta de los campesinos chilotes, entre 1920 y 1921, contra los terratenientes de Río Gallegos, conjurada a sangre por el ejército (1.500 fusilados).
Jordán, que había escapado de España en 1915 para regresar a Sudamérica, era amigo y confidente de Antonio Soto Canalejo, el actor gallego que lideró la revuelta y logró escapar de la represión, tras atravesar los Andes, para montar una sala cinematográfica en Porto Natale (Chile) a la que bautizó como Cine Libertad.
Después de varios años de seguir el rastro de Jordán, logré dar con Isabel, hija de Antonio Soto y su segunda mujer, la chilote Dorotea Cárdenas.
Tras muchas cartas y alguna llamada telefónica, viajé a la Patagonia y me encontré con ella en su casa de Punta Arenas, no muy lejos de la Costanera, el paseo portuario de la ciudad.
El día era borrascoso, pero se podía distinguir la joroba de la isla de Dawson.
La casita, como todas las de la zona, era de chapa acanalada pintada de gris azulado y en el pequeño jardín había laureles ribeteados de amarillo. El humo de leña colmaba la estancia y daba a la escena un aire de sueño o película de Dreyer.
Isabel Soto, que tenía entonces 61 años, me ofreció té. Cuando le mostré la foto del archivo de la cárcel de Lugo dijo:
Aquiles era buen mozo, pero le sobraba engreimiento para ser buen hombre.
Hablamos de los últimos empleos de Antonio Soto: el puesto de frutas, el restaurante Oquendo, la Pensión Soto y el camión de fletes que conducía él mismo.
También de su intacta nostalgia, incluso en los años últimos de enfermedad, por la justicia social: fundó el Centro Republicano Español de Punta Arenas durante la Guerra Civil.
No me atreví a preguntarle de nuevo por Jordán, que me interesaba, de modo irracional, más que su padre, pero fue ella quien me entregó una carta que guardaba en el buró.
Estaba fechada en Madrid, el 13 de diciembre de 1936, y dirigida a Antonio Soto:
Hermano Soto:
En la madrugada del 20 de noviembre murió Durruti. Una bala le perforó la espalda el día anterior.
Yo disparé esa bala. Usé papeles trucados y me hice pasar por sargento miliciano para ganarme su confianza.
Ya hace treinta años que soy enemigo personal de Nuestro Señor Jesucristo, lo sabes bien.
Pero ahora comprendo que para el triunfo de la Revolución necesitamos un nuevo Jesucristo. Durruti puede ser el Mesías que necesita el anarquismo.
Salgo para México en el primer barco. Aquí son muchos los peligros.
¡Salud y anarquía!:
Largas Tierras
Testimonio sacado de cantodecaza.wordpress.com

sábado, 9 de septiembre de 2017

Entrevista de Eduardo de Guzmán a Durruti Buenaventura.


(La Tierra, 2 de septiembre de 1931).


Durante toda su vida, Durruti no sintió nunca simpatía por la gente de la prensa, por considerar “a los periodistas a sueldo gente sin escrúpulos que escriben al dictado de los intereses del patrón que les paga”. Los consideraba, aunque asalariados, “sin conciencia obrera”. Los obreros, en un momento determinado, podían negarse, pese a que se les pagara, a producir algo que consideraran directamente dañino a su clase. 

“Los albañiles y forjadores de Barcelona, por ejemplo — decía— , se negaron a construir la Cárcel Modelo, porque sabían que construían su propia ruina. No conozco un periodista que iguale a los obreros en un acto parecido”


Pensando así, no podía ir Durruti a buscar a los periodistas para hacer puntualizaciones sobre lo que pensaba del manifiesto de “Los Treinta”. Y si hizo declaraciones en la prensa, fue gracias a Eduardo de Guzmán, redactor de La Tierra..quien le preguntó su opinión en relación al documento publicado “por los Sindicalistas reformistas”. 




Sus declaraciones fueron tajantes:

“Los anarquistas responderemos de una manera enérgica pero noble al ataque que nos han dirigido algunos elementos de la Confederación. Espero que se habrá visto que el ataque va directamente contra García Oliver y contra mí. Esto es natural, porque en cuanto llegué a Barcelona me enfrenté con los mencionados elementos y, después de una discusión que duró varias horas, fijamos las dos posiciones que ahora se van señalando cada vez más.

"Nosotros, los hombres de la FAI, no somos ni de lejos lo que piensa mucha gente. Se ha hecho en torno a nosotros una especie de aureola inmerecida que hemos de desvanecer, cuanto antes mejor. El anarquismo no es lo que suponen muchos espíritus pusilánimes. En justicia, nuestra idea está mucho más extendida de lo que piensan las clases privilegiadas, y es un serio peligro para el capital, e incluso para los pseudo defensores del proletariado que ocupan cargos elevadísimos.
Naturalmente que el manifiesto publicado por Pestaña, Peiró, Arin, Ciará y otros ha satisfecho mucho a los gobernantes burgueses y a los sindicalistas de Cataluña, pero la FA I no se hace solidaria de ninguna manera del mea culpa de los citados señores y seguirá el camino emprendido, que cree que es el mejor.


“¿Cómo quieren que estemos de acuerdo con el Gobierno o actual, que hace cuatro días ha permitido que fueran asesinados cuatro obreros en las calles de Sevilla que volvió al sistema infamante inventado por Martínez Anido y vuelto a la actualidad por el ministro de la Gobernación, señor Maura? ¿Cómo quieren que estemos de acuerdo con un Gobierno que huye de imponer sanciones a los partidarios de la pasada Dictadura, y les permite que en Lasarte continúen conspirando completamente libres? ¿Cómo quieren que estemos de acuerdo con un Gobierno del que forman parte colaboradores de la Dictadura?


“Nosotros somos absolutamente apolíticos, porque estamos convencidos de que la política es un sistema de gobierno artificioso y absolutamente contra natura, en el que muchos hombres claudican para seguir ocupando sus cargos, sacrificando lo que sea, particularmente a las clases humildes. Lo que ocurre actualmente no es nada más que lo que debía suceder, a causa de que el 14 de abril no se llevó a cabo la revolución. Se tenía que ir más adelante de lo que se fue, y ahora los obreros pagamos las consecuencias. Nosotros, los anarquistas, somos los únicos que defendemos los principios de la Confederación, principios libertarios, que parece han olvidado los otros. La prueba de esta afirmación está en que se abandonó la lucha en el momento en que tenía que comenzar más fuerte. Se ve claramente que Pestaña y Peiró han contraído compromisos morales que les dificultan su actuación libertaria.

“La República española, tal como está constituida, es un gran peligro para las ideas libertarias y, necesariamente, si los anarquistas no actúan enérgicamente, caeremos fatalmente en la socialdemocracia. Se ha de hacer la revolución, se ha de hacer cuanto antes mejor, puesto que la República no ha dado ninguna garantía al pueblo, ni económica ni política. No podemos esperar de ninguna manera a que la República se acabe de consolidar tal y como está constituida. A hora mismo el general Sanjurjo pide ocho mil guardias civiles más. Naturalmente que los republicanos españoles han tenido presente el caso de Rusia. Han visto que fatalmente tenía que suceder lo mismo que durante el Gobierno de Kerensky, que no fue más que una etapa de preparación para hacer la verdadera revolución, y esto es lo que quieren evitar.



“La cuestión religiosa, por ejemplo, la República no la puede resolver. Los burgueses no se han atrevido a dar la batalla a los obreros, pero han tomado posiciones. Se encontraban ante un dilema: o apoyar a la socialdemocracia como en Alemania o Bélgica o ser expropiados por las masas obreras organizadas. No han sido tontos y han elegido lo que más les conviene: la socialdemocracia
.

"Maciá un hombre de toda bondad, un hombre puro e íntegro, es uno de los culpables de la situación angustiosa que atraviesan hoy los obreros en Cataluña. Si en lugar de situarse, como ha hecho, entre el capital y el trabajo, se hubiese inclinado definitivamente hacia el lado obrero, el movimiento libertario de Cataluña se habría extendido por toda España y por toda Europa, e incluso hasta en América Latina hubiera encontrado adeptos. Maciá ha querido hacer una Cataluña pequeña, y nosotros habríamos hecho de Barcelona la capital espiritual del mundo..."
“La industria española no puede competir con la extranjera y, en cambio, el obrero está mucho más adelantado. Tal y como está constituida la industria en España, si se pusiera al corriente, si pudiera competir con la de los otros países, los obreros tendríamos que dar un paso atrás y no estamos dispuestos a ello. “Es necesario, es imprescindible, resolver el problema de los obreros parados, que cada día aumenta, y la solución la hemos de dar los obreros. ¿Cómo? Indefectiblemente con la revolución social. Se ha de dar paso a los obreros. La riqueza española, aunque parezca una paradoja, la han de defender los obreros y nada más que los obreros.




“Volviendo a hablar del manifiesto, he de insistir que en una de nuestras reuniones propuse a Pestaña y Peiró que fueran ellos los teóricos y nosotros, los jóvenes, la parte dinámica de la organización. Es decir, que ellos vinieran detrás de nosotros reconstruyendo. Inscritos en la Confederación, los de la FAI tenemos únicamente 2.000 afiliados, pero contamos en total con unos 400.000 obreros (se refiere a Cataluña), puesto que en la última reunión celebrada, en una votación obtuvimos 63 votos contra 22. Se trataba de dar o no una respuesta revolucionaria a la primera provocación del actual gobierno.
El domingo se celebrará la primera reunión de la Federación Local, y en ella liaremos cuenta de nuestra protesta contra el documento publicado (...). Sabemos que nuestra organización (la FAI) produce mucho miedo a los burgueses de Cataluña, pero n o daremos un paso atrás siempre que se trate de las reivindicaciones de los obreros…
El mismo día en que aparecían en La Tierra estas declaraciones de Durruti, en la editorial de Solidaridad Obrera, a cargo de Juan Peiró, se continuaban defendiendo las tesis “treintistas”:
“Lanzar las masas obreras a la calle a recibir golpes de matraca y metralla, como hacen los comunistas sin comunismo de todos los países, es cosa facilísima; pero quien tal hace, más que revolucionario es un asesino moral. Lo difícil — y es por esto, quizá que preocupa a muy pocos— es lanzar las masas con un plan completo que determine concretamente las tres fases de todo movimiento revolucionario”.

Peiró desarrolla la cuestión que le obsesiona: las Federaciones de Industria, con las que piensa atraer a la C N T a los técnicos y la pequeña burguesía. Para él, no disponer de ese plan de reorganización sindical en el sentido económico, es no estar preparado para la revolución:
“El proletariado ha de adquirir la plena conciencia de que, en tanto que medio, la organización de la economía toda es la base fundamental donde ha de apoyarse todo un movimiento revolucionario de raíz esencialmente socialista, y en el que ha de asentarse la libertad política y la igualdad económica y social. Lo demás, disfrácese con el ropaje que se quiera, es la practicar formas mesiánicas, bolcheviquistas, siempre tiránicas de forma y de fondo y, por lo tanto, absolutamente incompatibles con la esencia del anarquismo y del sindicalismo revolucionario”

(extracto de Durruti en la Revolución Española, Abel Paz)